domingo, 14 de noviembre de 2010

(texto recuperado de la red sin copyright)

El hombre antiporno

Los varones tienen en su orgullo la ficha más prominente de su ser (la mujer, en general, parece tenerla un poco detrás en sus prioridades espirituales). En ellos es algo así como el fusible que les dispara todo: modo de ser, método de lucha, mecanismo de defensa, puntos de límites y de concesiones
Lejos de ser una crítica, parece natural de la especie humana este desfase en la tolerancia del ataque al ego en los varones. No dudo de que en la época de las cavernas tuvo su porqué. Lo que sí, no da muy buenos resultados a estas alturas de la historia de la humanidad. Los mecanismos de defensa se depreciaron.
Antiporno es una palabra útil que escuché de Ana y que muchos adoptan con regocijo. Es todo aquello falto de atractivo o gracia. Poco estimulante, no-sexy, no-interesante, desafortunado. Se aplica a cualquier cosa, sujeto, situación o lugar.
Hombre antiporno resulta el que tiene corrida la ficha del ego bien delante. Es el que no quiso aprender de sí. El que se espanta enseguida. Sea más payasesco o más parco, en un arbitrario ejercicio se pueden dividir en el matón, el mudito, el presumido y el frágil. Hay combinaciones, grados y variantes, pero no tengo tanto espacio.
El primero es un hombre prepotente, gritón, que vocifera o hace ademanes grandilocuentes, suele hablar con voz de winner y en cuanto tiene un buen chiste lo oyen todos. Cuando habla pechea, se para sobre uno y otro pie, más si hay mujer cerca. Cuando fuma estira el brazo en pitadas expansivas de comercial de cigarros. Si te agarra en una ridiculez, estará en su paraíso. Tiene un modo rudo, entra a la fiesta y todo el mundo se da cuenta. Es aprensivo con ella: deja que te pongas minifalda, le gusta presumir de una en el mal sentido pues te agarra y te besa cuando lo ven otros. Si bien inventa cualquier otra excusa, odia ir a reuniones de gente que no conoce. Suele llamar “garcas” o “tarados” a los que son mejores que él. Es un tipo que masca furia.
El mudito también odia ir a reuniones, pero tiene otras artimañas. Es peligrosísimo porque siempre queda bien parado y no se lo puede culpar fácilmente. Se hace el sonso, el tranquilo, pero no es. “No, está todo bien”, te dice, pero en el restorán mira gélido como Chuky. No tiene excesos de gritos, pero lanza misiles de opresión psicológica. Por lo general son ordenados, organizados y machistas en el viejo sentido. No quieren a su mujer con gran escote. Suelen humillar sin que se les mueva un músculo. Frase cortante y a otra cosa. Acostumbran ser exitosos.
El presumido es una versión más elegante del matón. Es el que juega de indiferente, de superado, el que en vez de violencia usa la elipsis para alimentar su ego. El que deja siempre picando sus ansias. Precisa esa hilacha, tira una máxima y se va, da migas, deja pegando en el palo lo que quiere y lo que hace. Le gusta ser centro por su ausencia, por lo que falta, por tener cosas más importantes que atender. Habla siempre de sí mismo (y esto lo comparte casi todo varón antiporno en distinta medida), no muestra curiosidad o interés por preguntarle a la mujer por ella y termina una haciéndole la entrevista intercalando algún comentario de la propia vida. Él recopila datos, después se esfuma.
El varón frágil es el que deja que hagas todo por él, el derrotista, el que “total ya estamos bien, para qué más”. El hombre con el que nunca crecemos, le hacemos el CV en la compu y nos lleva siempre al mismo lugar a comer. Siempre pagamos a medias y cuando no tiene, pagamos nosotras. No es una situación momentánea, esa. Él siempre se las arregla para estar en inferioridad de condiciones y adhiere a la frase “hay gente con estrella y gente estrellada” para incluirse en el segundo grupo. Sus horizontes personales son cortos o muy largos; su antítesis, el hiper ambicioso, tampoco es bueno, pero éste es un eterno hombre gris sin mucha algarabía. Un hombre que no va a cruzar media ciudad el día que tengan hijos y se precisen pañales a deshora. Suele ser tierno, lo cobijamos con mano en la cabeza o se nos apoya en el hombro para dormir y demás ademanes maternos.
Los hombres antiporno son los que más dan de comer a su ego. Éste les pide alimento todo el tiempo, como a todo el mundo, pero ellos no dejan de llevarle el plato lleno. Y la verdad que atrapan. O porque nos dan seguridad o porque nos place ser queridas a medias. Pero en realidad el violento, el mudito, el interesante y el frágil no tienen la valentía de desenmarañar a una mujer, de acercársele de verdad, de dar ternura con las cosas puestas en su lugar. ¿Débiles? Son débiles. Como todo inflexible, como todo hiperflexible. Quedamos esperando la llamada, cocinándoles con temor a que no les guste. Dejamos que se vayan sin saludar, llamamos y dicen “ah cierto...”; nos tenemos que cuidar de nuestros dichos sino viene la hecatombe. Y esto no es clamar por pegotes ni echados a nuestros pies ni hijillos; sino pares. No queremos ciegos. La mujer hace de las suyas, pero hoy no es tema. Mucha violencia tácita de la que son víctimas comienza con éstos que ellas mismas buscaron. La persona más valiente le da comida a su ego pero intenta desentrañar cuándo pide veneno y frena. Es la clave. Es la gran clave.
Hombres por suerte hay otros, los que no miran mal al que tiene un auto mejor. Ni que tampoco alardean de sus defectos, no se victimizan como productos de “la sociedad”. Si presumen se hacen cargo de que lo hacen. Combaten sus miserias, al menos las miran y se ríen y no huyen. No hablan de “la bruja” con los amigos y después corren a ella; no dicen “me tiene harto” y miran por internet a la granjera sexy ucraniana para después hacer el misionero bajo la colcha.
El chico “porno” se entrega por completo, aunque sea por tres horas. Son los hombres gentiles. Los que son humildes sin decirlo, que no se someten sino acompañan, y que no temen a la mujer, ni perder una batalla verbal, ni su copete. Los hombres que no tienen miedo de perder y ganan. Es el hombre que, sin inutilizar o derrochar a su guerrero interior, tiene al feroz ego a raya.
(publicado para Infobae 2009. sin revisión)